El sol de la jubilación

“Hay personas que transforman el sol en una simple mancha amarilla, pero también hay quienes convierten una simple mancha amarilla en su propio sol”.

Con esta frase, Pablo Picasso nos recuerda que todo depende de la actitud con la que enfrentamos lo que sucede. Cuando escuchamos la palabra jubilación, pueden surgir emociones como miedo, ansiedad e incertidumbre, y pocas veces alegría. Sin embargo, este cambio de etapa también puede ser una oportunidad para redescubrirnos, reinventarnos y encontrar nuevos propósitos.

Etimológicamente, la palabra jubilar proviene del latín jubilare, que significa “lanzar gritos de júbilo”. Sin embargo, a pesar de su origen positivo, muchos de sus sinónimos transmiten una connotación negativa, como apartar, eximir, arrinconar, licenciar, retirar, separar, alejar o excluir. Esto refleja la percepción que a menudo se tiene sobre la jubilación, cuando en realidad puede ser una etapa llena de nuevas oportunidades y crecimiento personal.

Y es que el trabajo es uno de los pilares sobre los que se asienta la sociedad; es el hilo conductor que la une y que nos va dirigiendo a lo largo de nuestra vida. Desde pequeños nos han preparado y educado para la etapa laboral: nos formamos para trabajar, para rendir y para convertirnos en personas productivas. Vivimos en una época caracterizada por el consumo, al que solo se puede acceder a través del trabajo. Además, el trabajo no es solo un medio de subsistencia, sino que rige diversos aspectos de nuestra vida, como la organización del tiempo y el espacio, las relaciones sociales y la cantidad y calidad de actividades. Incluso define nuestra identidad personal y aporta estatus y prestigio social.

Por ello, en muchos casos, dejar de trabajar se convierte, como lo denominan varios autores, en una “muerte social”, pues para muchos trabajadores implica la pérdida del rol más valorado por la sociedad y aquel con el que se mide el valor de una persona. Aquellos que no producen pierden reconocimiento dentro de la sociedad y son considerados inactivos, aunque realicen labores como el voluntariado, el trabajo doméstico o contribuciones valiosas en la etapa de la vejez.

La jubilación es una etapa más de la vida, pero ¿cómo verla como un sol y no solo como una simple mancha amarilla? Es recomendable planificar bien la jubilación, ya que nos adaptamos mejor a lo que esperamos que suceda. Esto no solo aplica en el ámbito administrativo o económico, haciendo un presupuesto real de ingresos y gastos, sino también en el ámbito social y emocional. Es fundamental mantenerse rodeado de la familia y los amigos, así como mantenerse activos tanto social, intelectual como físicamente. También es un buen momento para realizar actividades que quizás no hemos podido hacer por falta de tiempo, como aprender idiomas, asistir a clases de baile, cocina o jardinería, escribir o incluso iniciar nuevos estudios.

Por último, debemos comprender que es un cambio vital y, como tal, conlleva un período de adaptación. Es importante educar a las personas desde pequeñas para que vean la jubilación como una etapa más de la evolución y no como un temor a la vejez, que muchas veces se asocia erróneamente con la muerte. La clave está en prepararnos con una actitud positiva y con propósito, llevando a cabo nuevos proyectos, manteniendo una vida social activa, disfrutando de actividades físicas y fomentando el desarrollo personal de manera paulatina y organizada, pero, sobre todo, con la alegría y el júbilo que esta etapa merece.

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