Dueles en el atardecer

Durante muchos años, un árbol se sintió orgulloso de su sombra. Bajo su copa se refugiaban los niños, los pájaros anidaban en sus ramas, y el viento jugaba entre sus hojas verdes. Pero un día, notó que el viento ya no bailaba igual. Algunas ramas crujían, y las hojas, en lugar de brotar con fuerza, caían una a una al suelo. Al principio trató de retenerlas, de fingir que nada cambiaba. Pero el otoño seguía su curso.

Entonces el árbol comprendió algo: no estaba muriendo, solo estaba cambiando de tarea. Ya no daría sombra como antes, pero sí refugio a los que buscaban descanso en su tronco viejo. Sus raíces, hondas y fuertes, sostenían ahora a los árboles jóvenes que crecían a su alrededor. Y así, mientras el viento seguía soplando, el árbol aprendió a amar su silencio. Ya no era el que florecía… era el que sostenía.

 “Envejecer es aprender a ver como caen las hojas sin perder la gratitud por haber florecido y ahora sostiene”

Cuando se escucha la palabra envejecer lo relacionamos con canas, arrugas, paso lento, enfermedades, pero envejecer va mucho más allá de lo biológico. Significa transitar cambios en nuestros roles, en nuestras relaciones, en nuestra identidad, en la manera en que nos vemos a nosotros mismos y en cómo sentimos que nos ven los demás.

Pocas veces se platica del tema y es importante como en todo ver más de un punto de vista.  En este caso cómo los hijos ven el envejecimiento de sus padres adultos mayores y como estos miran y sienten sus propios miedos y temores.

MIEDOS Y TEMORES DE LOS HIJOS AL VER ENVEJECER A SUS PADRES:

  • Miedo al cambio de roles, es decir, sentirse responsables de los padres. De saber cómo cuidarlos con tiempo y paciencia.   Entra el sentimiento de culpa si lo estamos de manera correcta. Aquí entra en conflicto la propia libertad de los hijos al verse amenazada por cuidar de los padres.
  • Miedo a verlos sufrir y deteriorarse. Verlos frágiles, con limitaciones o enfermedades muchas veces desconocidas. Aquí está el temor de que pierdan la lucidez y la alegría.
  • Miedo a perder el sentido del hogar ya que deja de ser el refugio que fue y con ellos se vaya una parte de la identidad familiar y de la propia raíz.
  • Miedo a la muerte de nuestros padres genera ansiedad anticipatoria y tristeza silenciosa que a veces se convierte en negación, abandono y hasta agresividad contra la situación.
  • Miedo a que se borren los recuerdos, tradiciones y todo lo que representan los padres.
  • Miedo a no haber dicho lo necesario, palabras pendientes, reconciliaciones no hechas. Temor a que el tiempo se acabe antes de cerrar heridas familiares.
  • Miedo a la propia vejez ya que el envejecimiento de los padres actúa como un espejo del propio futuro. Se activan duelos anticipados por el propio ciclo vital.

MIEDOS DE LOS ADULTOS MAYORES ANTE EL ENVEJECIMIENTO PROPIO

  •  Miedo a la enfermedad y al dolor PÉRDIDA DE LA SALUD: afrontar sufrimiento físico o deterioro cognitivo.
  • Miedo a la dependencia: perder autonomía la pérdida de la fuerza, de la rapidez, de ciertas funciones y convertirse en una carga para los hijos o la familia.
  • Miedo a la soledad: sentirse olvidado, la pérdida de espacios sociales, laborales o familiares aislado o sin compañía.
  • Miedo a la pobreza o carencias: inseguridad económica, falta de recursos para vivir dignamente.
  • Miedo al abandono: ser llevado a un lugar donde ya no puedan decidir sobre su vida o que los hijos dejen de visitarles
  • Miedo a la pérdida de sentido: no sentirse útil ni valorado; perder proyectos, sueños que quizá ya no se podrán realizar o roles significativos.
  • Miedo a la muerte: Angustia por lo desconocido, por el desprendimiento de la vida y los seres queridos.

HERRAMIENTAS PARA ACOMPAÑAR A NUESTROS PADRES

  • Escucha activa y validación: Dar espacio a que expresen sus historias, temores y recuerdos.
  • Narración de vida y memoria: Invitar a contar anécdotas, logros y aprendizajes.
  • Fortalecer vínculos y pertenencia: Promover actividades intergeneracionales (nietos, vecinos, voluntarios). Favorecer grupos de encuentro entre adultos mayores (círculos de lectura, talleres de arte, caminatas)
  • Acompañamiento en el duelo del envejecer: Reconocer las pérdidas que atraviesan: salud, roles, autonomía, seres queridos. Ofrecer espacios para hablar de la muerte sin tabú, como algo natural.
  • Estimulación integral: Mental: juegos de memoria, lectura, escritura, música. Física: caminatas suaves, ejercicios adaptados, baile. Emocional: terapia de reminiscencia, grupos de apoyo. Espiritual: oración, meditación, símbolos que les den paz.
  • Autonomía y dignidad: Incluirlos en decisiones sobre su vida (no decidir todo por ellos). Fomentar pequeñas tareas que aún puedan hacer.

Cada una de esas pérdidas toca nuestro corazón y despierta un proceso de duelo. Hablar del duelo de envejecer no es hablar de tragedia, sino de reconocer que con cada etapa de la vida dejamos algo atrás, y que necesitamos darle un lugar a esa despedida.

Hoy quiero invitarles a mirar este proceso con sensibilidad y sin miedo. Porque envejecer no es solo perder: también es ganar nuevas formas de sabiduría, nuevas miradas sobre lo esencial, nuevas maneras de amar y de ser amados.

 

Compartir: