Aristóteles decía que la amistad es “un alma que habita en dos cuerpos”; y en la vida cotidiana se siente como ese lugar seguro donde se puede descansar siendo uno mismo, sin máscaras y el tiempo se vuelve compañía. Con los amigos se crea un vínculo afectivo, fraterno, voluntario basado en la confianza, el respeto, la empatía y el apoyo mutuo.
Se puede perder a un amigo por muerte en la cual la persona no quiso morir, pero sucedió de manera repentina o lenta. Al morir un amigo muere parte de nuestra historia, de nuestra biografía. Muchas veces no hubo oportunidad de una despedida y queda un vacío enorme y pueden surgir los hubiera o la culpa del sobreviviente y esto hay que trabajarlo. La muerte acaba con la vida de una persona, pero no con el amor, cariño que sentimos por ella.
También puede suceder esa pérdida por decisión voluntaria, es decir porque se da un distanciamiento geográfico, cambio por mudanza, pareja, trabajo, traición, malos entendidos, conflictos no resueltos o simplemente por decisión de romper la relación. Puede surgir emociones como tristeza, enojo, abandono, alivio, etc.
Sea cual sea el motivo de la pérdida del amigo/amiga el duelo por la pérdida de una amistad es real y dolorosa sobre todo porque muchas veces no es reconocida socialmente como “pérdida importante” y por lo tanto puedes sentirte incomprendido/a dejando un vació emocional profundo. Este duelo bien manejado nos lleva a la aceptación de la ausencia de la persona, a la muerte del “nosotros” para fortalecer el “yo mismo”.
Para afrontar esta pérdida es importante:
“Las despedidas más dolorosas son las que nunca se dicen ni se explican”
Anabella Penados Betancourt es una escritora y consejera tanatológica guatemalteca, autora del libro Al oído del otro. Esta obra biográfica narra la vida pastoral del arzobispo metropolitano Próspero Penados del Barrio, ofreciendo un recorrido por su legado y los momentos históricos de Guatemala.